viernes, 3 de junio de 2011

¿Estamos condenados?

Llevaba ya unos días pensando sobre qué escribir:  el resultado de las elecciones, la acción policial contra los manifestantes antisistema del movimiento 15-M, la teoría alemana de que los pepinos españoles fueron los causantes de la muerte de varios ciudadanos, la homofobia en pleno siglo XXI, las incomprensibles sentencias dictadas por los jueces… En fin, son temas que, sin duda, aportarían diversos puntos de vista muy interesantes. Sin embargo, hoy me decanto por hablar de otro asunto: el futuro del periodismo.

Sé que es un tema del que se ha hablado bastante ya y que sólo cuenta con una única salida: la recuperación de su esencia; es decir,  la labor del periodismo para ofrecer un servicio a los ciudadanos y actuar, al mismo tiempo, como agente social que luche contra las injusticias, sin servirles de tapadera. No obstante, por más que se han analizado las causas del declive de esta profesión y se han proporcionado las claves para su resurgimiento (principalmente adaptadas a la era digital), el periodismo sigue estancado. Al menos esta es la conclusión que podemos extraer de un reciente estudio publicado por el diario estadounidense The Daily Beast.

Hará un par de días me topé con esta noticia mientras ojeaba de pasada la página principal de noticias de MSN, y no pude, por menos, que detenerme a echarle un vistazo a la información publicada. ¿Por qué? Porque personalmente, como periodista, me afecta. Ya el título principal que englobaba todo el contenido decía “Las carreras universitarias más inútiles”. Y sí, en el puesto número uno del ranking se situaba la carrera de Periodismo. Al parecer, The Daily Beast había publicado dicho artículo atendiendo al “número de recién titulados que engrosan directamente las listas del paro, las carreras con más despidos masivos y el sueldo que cobran sus profesionales”.

Inmediatamente se me revolvieron las tripas al leer esto. ¿He malgastado tontamente 5 años de mi vida?, pensé. Porque lo cierto es que encontrar trabajo de periodista está algo complicado últimamente, los sueldos van en disminución, y la etapa de becario dura cada vez más. Y, por si fuera poco, la información seguía del siguiente modo: “Se prevé que el sector de los medios de comunicación pierda un 6,32% de los puestos de trabajo entre 2008 y 2018 por la crisis”. A este factor hay que sumar algunos otros como, por ejemplo, el intrusismo – sobretodo en los medios audiovisuales – de personajes ajenos al mundo de la comunicación, la manipulación informativa de algunos medios que conlleva una falta de credibilidad por parte de la población, y, puede que incluso, la forma y manera de contar las cosas.

También al respecto, José Antonio Guardiola, director del programa En Portada de TVE, afirmaba que “el periodismo está gobernado por los directivos de las empresas, el idealismo se ha perdido, sólo prima la cuenta de resultados, y los periodistas hemos cedido ante los empresarios”. [Declaración extraída de una noticia del diario ABC en su formato digital.]

Así, ante esta situación, ¿cuál es la única salida posible? Una renovación del periodismo que le lleve a adaptarse a las exigencias de los consumidores. Hablemos, por ejemplo, de la prensa escrita, una de las más afectadas por la competencia de los medios audiovisuales (radio y televisión) y por Internet. La mayoría de noticias que podemos encontrar en el soporte físico por excelencia son considerablemente extensas y aburridas. Si por norma general, el primer párrafo contiene la respuesta a las 6 W y la gente no suele leer más allá de esas líneas… ¿por qué alargar la información hasta ocupar una página entera? En mi opinión podría sacarse un mayor rendimiento economizando este aspecto. Es decir, acortando las informaciones – ya que muchas veces acaban liando y perdiendo el hilo principal –, usando un lenguaje más directo y contextualizando los hechos de manera clara siempre que sea posible. Algo parecido a lo que viene haciendo el periodismo digital en la actualidad (salvo que en Internet se cuestiona también la credibilidad de los contenidos a menos que se trate de un medio generalista consolidado en su formato digital).

En definitiva, creo que la solución al periodismo tradicional radica en este aspecto. En su renovación y acercamiento a jóvenes y adultos sin necesidad de caer en vulgarismos y en sensacionalismos. Simplemente realizando un resumen comprensible de los hechos (siempre que sea posible, puesto que hay noticias que, por su naturaleza, resulta complicado acortar dando todos los detalles necesarios), y teniendo en cuenta que el lector no siempre debe tener, de por sí, conocimiento del tema. Todo ello unido a la defensa de los valores propios, a la libre expresión del modo de pensar – sin rebasar la línea del ataque personal –, y a la persecución de las injusticias.

En el caso del resto de medios, abogar por la calidad informativa frente al sensacionalismo ya mencionado y el intrusismo debería servir para ir haciendo hueco a la verdadera esencia del periodismo. Un periodismo que, atendiendo a estos aspectos, podría alcanzar nuevamente un lugar importante en nuestra sociedad y en el que la labor del periodista sería el reflejo de la realidad y no de los intereses de los empresarios.

Quizás sea sólo una opinión absurda. Una propuesta infundamentada e insostenible. Pero aun así, ¿estamos condenados los periodistas al futuro que se nos augura?  Yo diría que no. Ideas nos sobran para consolidar un periodismo de calidad. Así que intentemos dar nuestro mejor aporte a la profesión para conseguir, poco a poco, recuperar la época dorada de la información.

No hay comentarios:

Publicar un comentario